Mis grifos estratégicos
Acomódese en la silla, ciérreme los ojos oiga usté, e intente hacer una película sin perderse en los descalabros de la costura creativa. NO HAY TEMA, and if there was, it becomes boundless. Gogó. Así vivo. En el constante descalabro de soñarla y soñarme. Confundiendo lo real y lo soñado, la matemática y la patria, las comidas y los amigos, sin rumbo, dando la vuelta número 77 al parque de siempre, pero sumido en la confusión de si el parque está o no ahí, porque de que está, está sin duda, ya que lo compruebo con la vista y lo cuestiono en esencia y al margen del calendario, de la hora y el día, y sobre todo, al margen de los comentarios ajenos. Voy solo.
¿Qué esperaba? ¿Un héroe? ¿O un astronauta? Seguramente usted fue un niño genio pero atarantado por las abejas del verano que ahora le son indiferentes. Usted ha demostrado que el hombre sin tecnología es medio hombre, aunque duela decirlo, y aceptado que la tecnología es un lastre efectivo, pero lastre. Me pasa últimamente, por ejemplo, que despierto en otro horario, el control remoto no está en su sitio, y los anteojos tampoco. Desde que estos dos se juntaron, parecen haber cobrado vida, y se desplazan por el cuarto mientras duermo. ¿Serán acaso los culpables de las ronchas en mis manos, que llevan un extraño y duplicado patrón?
Usted, como yo, debe tener grifos estratégicos. El mío está, actualmente, en la Avenida Javier Prado, cerca a la embajada de Japón. Hasta hace un mes iba a un Texaco, frente a la Residencial San Felipe. Compro 84 porque con la 90 mi carro se ahueva un poco, un Toyota de 1983 que estoy pensando pulir para darle una estética personalísima que posiblemente simplifique a muchos. Desde enero vengo inviertiendo en ese carro, así lo mantengo avanzando sobre la terrible verdad de los puños geodésicos y me olvido de otros asuntos, aunque siempre está la lacra recalcando sobre mis grifos estratégicos. Lo son por el costo de la 84 y por la cercanía donde vivo.
¿Qué esperaba? ¿Un héroe? ¿O un astronauta? Seguramente usted fue un niño genio pero atarantado por las abejas del verano que ahora le son indiferentes. Usted ha demostrado que el hombre sin tecnología es medio hombre, aunque duela decirlo, y aceptado que la tecnología es un lastre efectivo, pero lastre. Me pasa últimamente, por ejemplo, que despierto en otro horario, el control remoto no está en su sitio, y los anteojos tampoco. Desde que estos dos se juntaron, parecen haber cobrado vida, y se desplazan por el cuarto mientras duermo. ¿Serán acaso los culpables de las ronchas en mis manos, que llevan un extraño y duplicado patrón?
Usted, como yo, debe tener grifos estratégicos. El mío está, actualmente, en la Avenida Javier Prado, cerca a la embajada de Japón. Hasta hace un mes iba a un Texaco, frente a la Residencial San Felipe. Compro 84 porque con la 90 mi carro se ahueva un poco, un Toyota de 1983 que estoy pensando pulir para darle una estética personalísima que posiblemente simplifique a muchos. Desde enero vengo inviertiendo en ese carro, así lo mantengo avanzando sobre la terrible verdad de los puños geodésicos y me olvido de otros asuntos, aunque siempre está la lacra recalcando sobre mis grifos estratégicos. Lo son por el costo de la 84 y por la cercanía donde vivo.
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