Generación Fideo
El atleta ha sido y es el paradigma de la perfecta ejecución física, de la coordinación motora y mental, del equilibrio entre fuerza y flexibilidad, entre concentración y despojo, del estar aquí -señalo mi cabeza- y estar allá (por ejemplo, sobre un podio). De la efectividad atlética se sintetizan años de dedicación y entrenamiento, y acaso se sugieran comportamientos nutricionales y abundantes dosis de disciplina y desodorante. Esto, al menos, desde mi perspectiva urbano-occidental, entorpecida por la intensa exposición mediática. Un atleta es, técnicamente, una máquina orientada a la competencia y al mejoramiento del especímen bajo el formato de tiempos, pesos, puntajes y/o distancias. Es desarrollo y evolución. Mente sana en cuerpo sano que tarde o temprano llegará a un límite, y entonces la cagada porque se tendrá que recurrir (sospecho) a la intervención genética. Eso por el lado del cuerpo sano.
Yumileidi Cumba es cubana y lanzadora de bala. De verla por la pantalla, pienso que ella ha carecido de una nutrición saludable: a. Porque es cubana; b. Porque no la necesita, dada su especialidad. Su metro ochentaytres soporta 103 kilos, y a la hora de poner a prueba esa coordinación entre fuerza y concentración, el resultado es una feliz contradicción. Me cuesta creer que una mujer tan grande como ella adquiera tal sincronía entre velocidad, equilibro y potencia. Poco he investigado de la cocina cubana, y menos he visitado la isla. Pero a Yumileidi le han dado posiblemente lo mismo que a mi abuela, en cantidades generosas, y con guaguancó de fondo. Su personaje es resultado de un buen papeo (que no significa buena nutrición) y de sacarse la mierda en serio, como cualquier atleta en serio.
La mente, de hecho una sustancia bastante más complicada, se construye cual invisible artefacto, incapaz de dejar evidencia del esfuerzo realizado. El mentado enfoque que predican las artes marciales (o 'focus', en divertido argot de publicista criollo) consiste, según mis reflexiones, en una profunda y eficiente abstracción de los elementos, considerando el único vínculo entre lo subjetivo y el objeto. El mentado enfoque es una de las más populares disyuntivas de la cultura nutricionista que colma mi pantalla, mi pauta, mi respiro pausado y diario. Por qué.
Actualmente se promociona en el mercado limeño el consumo de dos productos con altos valores nutricionales: la leche y los fideos. Lógicamente, los niños son la audiencia principal (el 'target') de estas campañas. Por un lado, la campaña para aumentar el consumo lácteo no es nada novedosa, y los norteamericanos son ejemplo gráfico (e icónico) de tales proezas bebedoras que dejan como impecable huella el níveo mostacho bajo la ñata. Aquí se dice que te hace crecer rápido, y la motivación va desde conseguir mayor jale con las mujeres, hasta recuperar la dignidad arrebatada por no saber hacer goles. 1: Ambos son ejemplos de una autoestima masculina típicamente adolescente.
Por otro lado, los fideos son -en esta parte del mundo- ricos en vitamina E. A la mierda si saben rico. Pero son ricos en. Las distintas recetas -meros accesorios- comprueban, flashback mediante, que el amor maternal iba cual proyectada in crescendo, hasta culminar en el hijo premiado con medallas y laureles. Ojo que el laurel bien puede servir para acompañar un rico plato de tallarines, pero no es el caso. Aquí es la voluntad y la persistencia de la madre por darle a sus hijos la mejor alimentación lo que va a comprobar el éxito deportivo y académico a largo plazo. Las madres no son cojudas: quieren que sus hijos, papeados con lo mejor, puedan luego pagarles la televisión por cable, una blusa, un yogurt. Y los fideos son el ingrediente preciso para lograr que los pequeños se conviertan en líderes del mercado, o en su defecto, en engranajes eficientes. En resumen: come esto y pásala bacán, paja, bien.
Dudo que la delegación peruana regrese de las olimpiadas con alguna medalla: la competencia está muy pendeja. El atleta ha evolucionado, en gran parte, por el apoyo que recibe tanto del gobierno como de empresas privadas, para colocar su oficio dentro de las coordenadas del rigor científico, complementándose además en una cultura nutricional altamente especializada, y en otros asuntos que seriamente no llego a imaginar.
Si en nuestro medio tales opciones son complicadas de obtener por distintas razones coyunturales, políticas y culturales, el atleta local debe sostener su propuesta de desarrollo sobre la real sustancia (la mente) y los hábitos que esta va construyendo sobre resultados. Por supuesto que la nutrición es importante, y en este país sobran los ingredientes. Lo curioso es que no se promocionen los correctos, aquellos que fuera del país sí tienen su lugar y momento. Cucho La Rosa lo dijo hace poco: niños, coman quinua. Es rica y acompaña un millón de platos.
Futuras generaciones de atletas peruanos nos sabrán representar con sospechoso positivismo y la convicción típica de haber comido fideos toda su vida. Deporte y publicidad irán, entonces, ciertamente, de la mano. Pero no seremos, otra vez, vóley peruano y bien papeado. Yumileidi, tienes la palabra.
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